Imagina una tarde lluviosa en un barrio industrial: un chico observa fascinado a una chica que hace trucos de magia improvisados mientras devora golosinas de colores. Así arranca Crying Lightning, donde Alex Turner pinta el retrato de una joven enigmática y provocadora que encanta tanto como incomoda. Entre fresas de gominola, gobstoppers y silencios tensos, la letra deja ver un juego de poder y seducción: ella domina la situación con seguridad casi teatral y él oscila entre la admiración y el desasosiego.
Al repetir "crying lightning", el narrador señala esos cambios bruscos en su carácter: un momento es chispa juguetona, al siguiente estalla como un relámpago emocional. La canción reflexiona sobre la atracción irresistible hacia alguien impredecible, con afición por lo "strange, twisted and deranged". Turner describe cómo esa relación hace que el protagonista se replantee su propia identidad al verse reflejado en escaparates, mientras intenta no mostrar debilidad. En definitiva, Crying Lightning es un viaje sonoro por la fascinación y el desencanto que deja una persona capaz de mezclar dulzura infantil y tensión adulta en cada palabra y cada mirada.