Como si fuera la protagonista de una novela policíaca, la narradora de Dirty Laundry descubre cada pista de una infidelidad: un pintalabios de otro tono, un perfume barato y una mancha de vino tinto en la camisa blanca de un novio que prefiere cerveza y whisky. Con esas pruebas en la mano, entiende que él ha estado jugando sucio y, sin perder la compostura, planea su venganza con ritmo country y una pizca de picardía.
El estribillo convierte la lavandería en un acto de justicia poética: va a tender la ropa al sol, sujetar cada secreto con pinzas y dejar que todo el vecindario lo vea. Ni las disculpas de madrugada ni todo el Ajax del mundo podrán limpiar la traición; las mentiras quedarán expuestas mientras ella avanza con confianza renovada. La canción celebra el empoderamiento femenino, el sarcasmo y la idea de que, cuando alguien mancha tu confianza, lo mejor es airear su ropa sucia y decir adiós.