¿Alguna vez has querido encontrar a esa persona que te entienda hasta en tus rarezas más profundas? Así arranca Somebody, la balada minimalista de Depeche Mode en la que Martin Gore expone, con piano y voz casi desnuda, el deseo humano de compartir la vida sin perder la propia identidad. Lejos de los sintetizadores oscuros que hicieron famoso al grupo británico, esta canción se siente como abrir un diario íntimo: el narrador sueña con alguien que lo escuche, lo cuestione y aun así lo acepte, alguien que abrace sus ideas –incluso cuando estén “pervertidas”– y que le devuelva el mismo apoyo incondicional.
Entre líneas, la letra revela un tira y afloja muy real: ansía cercanía y ternura pero, al mismo tiempo, teme las ataduras. Quiere brazos que lo envuelvan por la noche, aunque proclame que esas muestras de afecto “le dan náuseas”. Esta contradicción hace la canción familiar y honesta; todos hemos sentido esa mezcla de anhelo y temor al amor auténtico. Somebody es, en definitiva, una confesión cruda sobre buscar comprensión total sin sacrificar libertad, un himno suave para quienes todavía creen que la complicidad verdadera sí existe.