¿Qué pasaría si pudieras escuchar el eco de un corazón roto mientras la ciudad duerme? Así arranca The Wind Cries Mary, una balada psicodélica que Jimi Hendrix compuso tras una discusión con su entonces novia, Kathy Mary Etchingham. La canción pinta un escenario casi onírico: los bufones se retiran, las luces cambian de color y el viento murmura un nombre que se repite como un recuerdo que no quiere desaparecer. Hendrix usa imágenes surrealistas para hablar de la soledad que queda cuando se apaga la fiesta y de cómo el viento —ese narrador invisible— va recogiendo los pedazos de lo que alguna vez fue amor.
En cada verso, la guitarra susurra mientras el viento personificado se lleva los sueños rotos, las risas gastadas y los reyes destronados de un romance acabado. Al final, la gran pregunta es si el viento guardará memoria de todo lo vivido. Su respuesta, un melancólico “será la última vez”, convierte la canción en un himno a la despedida definitiva, perfecto para reflexionar sobre cómo los recuerdos se desvanecen, aunque suenen con fuerza en nuestra cabeza, justo como un solo de Hendrix.