Oceanic Feeling nos sumerge en un día azulísimo a la orilla del mar, donde los recuerdos familiares se mezclan con el vaivén de las olas. Lorde observa cómo la inmensidad del océano conecta tres generaciones: su padre saltando al agua de niño, su hermano pequeño deslizándose en la tabla, y ella misma agradeciendo a la naturaleza cada “ofrenda” que llega bajo el sol. Este primer viaje visual crea un mosaico de momentos cotidianos, pura ternura y aventura, celebrando la unión entre familia y entorno con pinceladas de surf, pesca y el zumbido de las cigarras. El resultado es una postal luminosa que huele a sal y libertad.
En la segunda mitad, la cantante gira la mirada hacia adentro y al futuro: se pregunta si su hija heredará rasgos físicos o espirituales, mientras deja atrás el viejo lápiz labial negro que ya no necesita. Entre respiraciones profundas y pequeños rituales con la marea, Lorde reconoce que la iluminación no llega de golpe, sino “un año a la vez”. Con cada inhalación y exhalación convierte sus temores en poder personal, levanta una pira con la madera traída por la marea y se prepara para unirse a un “coro” que representa una conciencia más amplia. En esencia, la canción es un canto de autodescubrimiento, legado familiar y conexión cósmica, todo envuelto en la calma inmutable del océano.