Lithium es un viaje vertiginoso por la montaña rusa emocional de Kurt Cobain. El título hace referencia al litio, medicamento para estabilizar el ánimo, y ya nos advierte de los contrastes que encontraremos: explosiones de júbilo ("I'm so happy") se alternan con confesiones de soledad y autodesprecio. Entre guitarras distorsionadas y un ritmo casi hipnótico, el narrador declara que ha "encontrado a Dios", rompe los espejos y descubre que sus únicos amigos viven en su cabeza, todo mientras cada día se siente como un domingo infinito.
La canción retrata la lucha por no perder la cordura. El mantra "I'm not gonna crack" (no voy a quebrarme) se repite para contener un torbellino de emociones que pasa de la excitación al deseo, del amor al odio. Rasurarse la cabeza, encender velas o hablar con esos amigos imaginarios son pequeños rituales para mantenerse a flote cuando la mente parece un caos. "Lithium" convierte ese conflicto interno en un himno grunge que nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la voluntad y la música pueden ser nuestro salvavidas.