¿Alguna vez has sentido que una nube gris se cuela por la ventana y se instala sobre tu cama? I Don't Wanna Be Sad de Simple Plan, la banda pop-punk canadiense, captura justamente ese momento en el que la tristeza parece haber llegado para quedarse: 28 días sin sol, lágrimas capaces de llenar un océano y un sinfín de intentos fallidos por sentirse mejor. Pastillas, terapia, yoga… nada funciona y el cantante se siente atrapado en su propia cabeza.
Pero, lejos de rendirse, la canción se convierte en un grito de rebelión emocional. Entre guitarras enérgicas y un estribillo pegadizo, el protagonista decide plantar cara a la melancolía: reconoce que habrá días malos, sí, pero se compromete a liberar su “bad-ass personality” y a no permitir que la tristeza lo defina. El mensaje final es claro y contagioso: no quiero estar triste ni un minuto más, porque la felicidad —aunque cueste— empieza con la decisión de buscarla.