“Coney Island” es un paseo melancólico por la montaña rusa de la memoria y el arrepentimiento. Taylor Swift y The National conversan como dos ex amantes que, sentados en un banco frente al parque de diversiones, repasan los momentos brillantes que alguna vez iluminaron su relación: los “fast times”, las luces de neón y el carrusel que daba vueltas sin parar. Ahora, en medio del frío que llega cuando el sol se esconde, se preguntan en voz baja cómo fue que todo se rompió. Las imágenes de un cumpleaños olvidado, un accidente de coche y un nombre que no se pronunció sobre el podio pintan un retrato de pequeñas omisiones que terminaron por fracturar algo delicado.
La canción funciona como una carta de disculpa a destiempo. Entre guitarras suaves y la voz grave de Matt Berninger, la protagonista admite no haber puesto a su pareja en el centro de su atención, “como una centerfold”. Al evocar la época en que “éramos como el centro comercial antes de Internet”, Taylor rescata la nostalgia de un amor que parecía el único sitio donde estar. El tema invita a reflexionar sobre la fragilidad de los vínculos y la importancia de cuidar los detalles antes de que la distancia, el frío y la rutina conviertan el parque de diversiones en un recuerdo inalcanzable.