Getaway Car nos invita a subirnos a un coche en plena huida y a sentir la adrenalina de un romance nacido entre sirenas, cócteles Old Fashioned y mentiras en blanco y negro. La cantante francesa Taylor Swift pinta un escenario casi cinematográfico: una pareja cómplice como Bonnie y Clyde que, desde el primer kilómetro, está destinada al desastre. Ella busca escapar de una relación anterior, él conduce sin saber que la ruta es una trampa con “X” marcando el punto exacto donde todo se fractura. El coche simboliza libertad, pero también culpa y engaño, porque nada bueno comienza en un getaway car.
A lo largo de la canción, el motor ruge al compás de traiciones, falsas ilusiones y el reconocimiento de que, tarde o temprano, alguien se bajará primero. “Getaway Car” es una historia de fuga y autodestrucción: la emoción inicial se difumina en la carretera hasta que solo quedan reproches y la certeza de que los fugitivos románticos nunca llegan lejos. Swift mezcla la euforia de la escapatoria con la resaca moral que le sigue, recordándonos que huir puede parecer emocionante, pero casi siempre termina en un adiós acelerado bajo las luces rojas de la culpa.