¿Quién dijo que la felicidad es sencilla? En “Happiness” Taylor Swift nos invita a sobrevolar los restos de una relación larga mientras alterna entre la altura clara de los árboles y el lodo de los recuerdos recientes. La canción dibuja un duelo honesto: admite el dolor punzante pero también reconoce la dicha que existió antes. Con imágenes muy visuales ‑ “amaneceres gloriosos”, “ojos que gotean lluvia ácida” ‑ Taylor confiesa culpas, reproches y el miedo a reinventarse, todo mientras recuerda que nadie enseña a manejarse cuando un “buen” amor también hiere.
El mensaje central late en su estribillo: Habrá felicidad después de ti, pero también la hubo gracias a ti. Esa doble verdad abraza la complejidad de las rupturas y abre paso al perdón, primero hacia uno mismo y luego hacia el otro. Al final, la promesa no es borrar el pasado sino dejarlo atrás para que una “nueva yo” (y un “nuevo tú”) pueda florecer. Así, la canción se convierte en una lección de madurez emocional y en un recordatorio de que la felicidad no es un destino sino un ciclo que renace incluso tras la peor tormenta.