Taylor Swift se pone su traje más sarcástico en I Hate It Here y nos confiesa algo muy humano: cuando la realidad cansa, la mente inventa lugares secretos para sobrevivir. Entre jardines ocultos, valles lunares y épocas pasadas “pero sin los racistas”, la cantante se burla de la nostalgia fácil y de los clichés de la vida adulta. Cada escenario imaginario es un refugio personal, un espacio que solo existe en su cabeza y que la protege de esas “pequeñas ciudades medianas” y “grandes temores de pueblo chico” que la asfixian.
Aun con el estribillo “I hate it here” repitiéndose como un mantra, la canción no es pura amargura. Swift admite estar “sola pero bien” y guarda su romanticismo para su vida interior, donde la electricidad de los sueños la eleva por encima de la rutina. El mensaje final es claro y divertido: no importa si fantaseas con palacios decimonónicos o con colonias en otro planeta, lo importante es reconocer que ninguna época ni ningún lugar son perfectos y que nuestro verdadero superpoder está en la imaginación que nos permite sobrellevar cualquier realidad.