The Lady Is A Tramp celebra a una mujer que elige la libertad y la espontaneidad por encima de las reglas de la alta sociedad. Prefiere un hot-dog en Coney Island, el viento fresco en el cabello o un paseo en bote por Central Park a los lujos de diamantes y perlas. No teme decir que odia el gentío de California, que llega puntual al teatro y que no pierde el tiempo con gente que detesta. Su aparente “tramp” no es desaliño, sino un manifiesto de autenticidad: la vida sin preocupaciones vale más que cualquier título nobiliario.
Tony Bennett y Lady Gaga convierten esta letra clásica en un diálogo chispeante donde se mezcla nostalgia de Broadway y swing neoyorquino. Al ritmo del jazz, la canción nos invita a cuestionar las expectativas sociales y a celebrar los placeres simples: la hierba bajo los zapatos, un partido de los Yankees o mantenerse despierta en la ópera. Con humor y picardía, “The Lady Is A Tramp” recuerda que ser diferente —y pobre— puede sentirse increíblemente rico cuando se vive con pasión y sin máscaras.