Fortnight (quincena) nos lanza a un torbellino emocional donde Taylor Swift y Post Malone narran un amor fugaz que deja cicatrices permanentes. Durante solo dos semanas la pasión fue tan intensa que, incluso convertidos en simples vecinos, los recuerdos siguen ardiendo. La protagonista intenta rehacer su vida con “el milagroso fármaco de seguir adelante”, pero los efectos son “temporales” y cada encuentro casual —desde comentar el clima hasta recoger el correo— reactiva la obsesión. Entre las imágenes de alcohol, celos e insomnio se cuela un humor negro (“tu esposa riega las flores, quiero matarla”) que subraya lo tóxico y dramático de un deseo que “está arruinando” la vida de ambos.
La canción retrata la paradoja de un romance que fue breve y, a la vez, “eterno” en la memoria. Ese lapso condensado se convierte en un bucle donde todo es lunes, todo es febrero y todo recuerda que la pasión puede ser adictiva. Swift y Post Malone juegan con la idea de que el auténtico motor —el coche que no arranca hasta que vuelven a tocarse— no es la rutina, sino la chispa de un contacto prohibido que ya no debería existir, aunque siga latiendo con fuerza.