“Burn” es un grito de liberación ante una relación tóxica. David Kushner retrata a un yo lírico que exhibe en su propia piel las cicatrices de un daño emocional profundo, pero que transforma ese sufrimiento en lección, maldición y bendición a la vez. Frente a quien lo lastimó, ya no hay súplicas ni esperanza de redención: el agresor llega tarde con su arrepentimiento y queda desenmascarado como alguien “sin dios”, incapaz de salvar a la víctima que observó arder sin mover un dedo.
La canción avanza con la fuerza de un fuego purificador. Repite el estribillo “You watched me burn” para subrayar la pasividad cruel del otro y, al mismo tiempo, remarcar la resiliencia de quien ahora se levanta. Así, Kushner convierte el dolor en empoderamiento: no hay cabida para el perdón, sino para la determinación de no volver a caer “bajo el agua” de esa relación. El resultado es un himno oscuro pero catártico, ideal para recordar que de las cenizas puede surgir una nueva versión —más fuerte— de uno mismo.