En Never Be Far, Alex Warren convierte sus recuerdos de Carlsbad, California en una carta de amor llena de nostalgia y gratitud. A través de imágenes muy concretas —el tejado donde fumó su primer cigarrillo, los pasillos de Sage Creek High, la primera vez que se sintió mortal al romperse un hueso— el cantante repasa esos momentos que lo formaron mientras emprende el clásico viaje de despedida rumbo a Los Ángeles. Cada anécdota es un guiño a la adolescencia: sentirse invencible, enamorarse con 16 años, soñar con la fama y temer dejar atrás el lugar que nos vio crecer.
Pero la canción no es solo un adiós. El estribillo repite “I’ll never be far” como un mantra que asegura que, sin importar la distancia, él siempre llevará consigo el corazón de su pueblo y de las personas que lo hicieron quien es. Con un tono íntimo y esperanzador, Alex invita al oyente a abrazar el cambio sin olvidar sus raíces, prometiendo volver convertido en alguien de quien su ciudad pueda sentirse orgullosa.