Never Worn White es una balada confesional en la que Katy Perry se quita la coraza, literalmente y en sentido figurado, para mostrarnos su lado más vulnerable. Con la imagen del vestido blanco -símbolo clásico de la boda- la cantante reconoce que nunca ha pasado por el altar y que esa idea le asusta, pero al mismo tiempo celebra haber encontrado a alguien que la ama con tanta fuerza que la hace sentirse segura para dar el gran salto.
La letra combina agradecimiento, nervios y una gran dosis de ilusión: Katy imagina un futuro de décadas juntos, una familia completa y un compromiso construido con “blood, sweat and tears”. Admite que el amor puede ser un campo minado, pero la decisión de elegir al otro cada día transforma el miedo en valentía. Así, la canción se convierte en un himno a rendirse al amor verdadero y decir “I do” con el corazón lleno de esperanza.